La posibilidad de que las almas que viajan a la tierra
tengan una experiencia más dichosa tiene una relación directa con aprender a
relacionarnos con todo lo que existe.
Aprendemos a respirar por la nariz cuando salimos del
vientre de la madre.
Aprendemos a ver con nuestros ojos poco después de nacer, a mirar
en profundidad y descubrir todos los detalles, que al principio no vemos.
Aprendemos a usar nuestra voz, a tocar, a sentir la piel, a
saborear…
Todo esto es nuestra relación personal con el mundo al que
acabamos de llegar, y nos prepara para el resto de las relaciones. Nos
relacionamos con el aire, con los sabores, con el agua, con la voz propia y
ajena, con los aromas, con la forma de las cosas mediante el tacto.
Esto queda comprendido.
El aire es la manifestación física de una energía, que no
vemos hasta que lo respiramos o lo sentimos en la piel, o vemos como se mueve
el agua o avanzan las nubes, o bailan las copas de los árboles.
Desde este punto de compresión…
El dinero es la manifestación física de una energía, que no
vemos hasta que vemos los billetes o las monedas, también se presta en las
transacciones bancarias, giros postales, pagos virtuales… entendiendo que
cuanto más virtual es el proceso menos nivel de manifestación física se
registra.
Pero igual que el aire existe aunque no lo percibamos, la
energía del dinero vive con nosotros cada vez que su esencia es solicitada por
pensamiento, sentimiento u obra. Es decir, cuando pensamos en nuestro sueldo o
en el pago a nuestros trabajos, cuando negociamos con otra persona, cuando
estamos buscando un regalo que vamos a comprar, cuando cobramos o pagamos, o
donamos o pedimos todo aquello que puede comprarse con dinero.
(A veces nos resistimos a aceptar que las cosas pueden
comprarse con dinero, como si esto fuese algo malo. Esto procede de una
conciencia que vibra en ciertos niveles restrictivos, sin permitir el paso a una
experiencia completa. Similar al de aquellas personas que eliminan muchos
alimentos de su mesa por que los consideran dañinos, sin comprender que lo
dañino es lo que piensan de ellos.)
En todas estas ocasiones descritas arriba hemos “llamado” a la presencia de la energía del
dinero, aunque no la vemos aún. Nuestros pensamientos y sentimientos en
referencia a dicha energía viva configuran nuestra personal relación con la
energía del dinero. Pongamos un ejemplo:
Imaginemos que tenemos un amigo invisible al que a veces
llamamos para jugar a las cartas, al que, sin darnos cuenta, comenzamos a
menospreciar, desconfiar o echar la culpa de algo que nos ocurre. Estos
pensamientos y sentimientos crean una distancia entre nosotros y este amigo, en
ocasiones ni siquiera nos apetece llamarlo para jugar, lo hacemos sólo porque
sin él no podemos jugar a las cartas, y cuando viene estamos de mal humor,
enfadados y resentidos porque no nos gusta su presencia; porque creemos que
tiene la culpa de que llevemos malas cartas o no sepamos usarlas.
Es comprendido hasta ahora que todos hemos vivido
experiencias relacionadas con dinero que nos han causado daño, al igual que con
otras relaciones con personas, o con el agua, o con la comida, o con todo lo
que podamos imaginar… Pero esto no significa que el elemento (agua, luz,
flores, dinero, aire, comida, etc.) sea culpable de ello. Son desórdenes
personales en nuestra forma de relacionarnos. Desórdenes de los que no somos
culpables, pues la culpa es un “invento” de los hombres.
Las energías vivas quedan fuera de nuestros conceptos
mentales. Es nuestra forma de verlo y sentirlo lo que nos acerca o nos aleja de
nuestros padres, nuestros hijos, nuestras parejas, nuestros amigos, y también del
dinero, el aire, la comida, etc.
La respuesta más concreta es que nos abramos a comprender
que todo lo que experimentamos en este mundo es relación. Una relación que
comprendemos a partir de la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos.
Nos abruma nuestra presencia, nos da miedo abrirnos a experimentar en nosotros
a la otra persona, parece que nos asuste dejarnos “invadir” por otra energía,
es como si cerrásemos nuestros pulmones al aire y respirásemos lo justo para
seguir viviendo, y la experiencia se vuelve escasa y triste. Así nos
relacionamos con el mundo, con las personas, con el aire y también con el
dinero.
Para una experiencia de amor necesitamos abrir las puertas
de nuestra vida, de nuestra conciencia, estar presente, sentir al otro y
compartir la experiencia en común-unión.
Las relaciones las mantenernos como “alrededor” de nosotros,
alejados de la propia experiencia de unión, dejamos fuera casi todo, lo más
importante, lo que es el regalo que el otro nos puede dar, y como no entramos
realmente a la experiencia, porque no confiamos ni en nosotros ni en el otro,
juzgamos constantemente lo que ocurre, manteniendo la distancia.
Centrándonos en el tema que nos ocupa: nuestra relación con
el dinero. Debemos estar dispuestos a la
mayor experiencia de vida, a abrirnos a lo más profundo de nuestro Ser y amar
lo que nos rodea, sin miedo, con el corazón abierto y la mente dispuesta para
avanzar más allá de donde hemos llegado. Para reencontrar nuestra esencia,
pura, libre, plena, poderosa, y desde nuestra esencia jugar con las otras
energías en la danza de la vida.
Desde el punto de vista más terreno, los pasos para tener
dinero siempre de sobra, son:
Disposición para abrir la mente-conciencia a una nueva fase,
experiencia de vida, donde no existe miedo ni límite.
Voluntad y entrega de limpieza del corazón. Soltando los
pesares, culpas, daños, vanidades, iras, y todo aquello que honradamente
encontremos dentro de nosotros guardado, con humildad y grandeza de espíritu.
Retornar a nuestra esencia libre y perfecta, como los niños,
y desde ahí pedir a tu Padre todo aquello que se te ocurra, participando
creativamente en la expansión del Universo.
Que así sea.