Resultaba tan triste aquella compañera soledad que en ocasiones la observaba como quien espera despedirse del último amigo, quién a lejanas tierras viajará sin billete de vuelta. Más al iniciar el breve desapego del adiós la asía fuerte contra el pecho, temerosa de perder su sólida presencia. Volvía a pedirle una narración nocturna, un susurro del pasado, un atisbo del mecánico latido de su constante presencia.
Así era, continuaba junto a mí, y la promesa de su fiel compañía aliviaría de nuevo aquella noche de insomnio, pues sabía que estaba a mi lado mi querida compañera soledad.
(Este breve escrito pretende ser un poema en prosa, pues para todo hay tiempo y ocasión).
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