Estos párrafos los escribí hace cuatro años, como considero que tienen cierta validez para ayudarnos a entender el problema de la ansiedad, los publico. Lo que aquí resumo es lo que nos encontramos con la forma en que vivimos nuestra vida, sin salirnos nunca del camino marcado…
Mi nombre es Reyes, tengo 35 años y desde que era niña me he preocupado de buscar otra manera de ver las cosas… los problemas, y la vida en general…Pensaba que así encontraría alguno de los secretos para ser feliz. Si, creía que averiguaría la forma de ser feliz…
¡Vaya pérdida de tiempo! ¡Otra forma de ver la vida! Pero si sólo hay una vida… esta que vemos, sólo esta. Y me he dado cuenta hace poco. Podía haberme dado cuenta con 20 años, o con 25… pero no. No lo he descubierto hasta los 35. Sólo hay una vida, sólo una… y precisamente creo que esa es una de las claves del problema.
Cuando nacemos Dios no dice, tranquilos, te voy a dar esta vida, pero si cuando cumplas 80 años no has conseguido hacer lo que querías, si no has logrado conseguir alguno de tus sueños, si al menos no has logrado sentirte cómodo… yo te daré otros 80 años para que sigas intentándolo y así 80 y 80 y 80 hasta que tu decidas que te quieres marchar. ¡Eso si sería un buen contrato de alquiler! ¡Sería un trato increíble! “Oye, chico”, (diría Dios) “no te preocupes, te alquilo un lugar en la tierra durante el tiempo que necesites y no te voy a subir el IPC”. Sería estupendo…
Si nosotros nos conformamos con un rinconcito, un pisito, no necesitamos una mansión, sólo 70 metros. Pues nada, por desgracia no es así. Nacemos sin saber a dónde porras venimos y encima con un controlador de tiempo que nos va descontando segundo a segundo…nada más y nada menos que “nuestra vida”. ¡Suena bastante jodido! Si, pero así es. Cuando tenemos cinco años, ya hemos vivido 157.680.000 segundos, con lo que nos quedan 157.680.000 segundos menos de vida y encima ya no hemos enterado de lo que es la muerte.
Desde este momento estamos sentenciados al fracaso. Es como si a una estrella del fútbol de dijésemos: “cuando cumplas 30 años te vamos a encerrar en un cuarto oscuro y ahí te haremos desaparecer para siempre, así que consigue todos los goles que puedas.”… ¡El pobre hombre no logrará meter ni un gol! Pues claro que no, por que se pasará la mitad del tiempo pensando qué diablos le va a pasar en el cuarto oscuro, y la otra mitad pensando que si de todas formas va a terminar allí encerrado, ¿qué más le da marcar goles?
Así que partiendo de la idea de que aunque nuestro cometido quizá no sea marcar goles, lo que si es seguro es que le tenemos miedo al cuarto oscuro. Lo reconozcamos o no, lo aceptemos o no, es así. Lo que ocurre es que no lo queremos admitir… y luego están lo que sí lo hacen, los que lo aceptan sin rechistar, estos tienen una visión diferente: la idea del GRAN VIAJE.
El gran viaje…, Si es una forma bonita de llamarlo. También le podrían llamar EL VIAJE DE TU VIDA. Seguro que tendrían más adeptos. Quizá si hicieran una buena campaña publicitaria, a la gente no le importaría tanto morirse. “EL VIAJE DE TU VIDA”.
Pero claro hay ciertas diferencias… Si vas a una agencia (por ejemplo: Halcón Viajes) te dan el folleto, te dicen las estrellas que tiene el hotel, las actividades acuáticas o de invierno que puedes realizar, muchas cosas… pero lo más importante: te dejan escoger el destino. Eso es, eres tú quien decide dónde quieres pasar esas increíbles vacaciones. Pero eso no ocurre en el GRAN VIAJE. Ni hay folletos, ni te dicen la calidad del servicio y ni siquiera sabes a dónde vas. Sólo tenemos dos garantías: que nos dejarán tranquilos y que nadie ha vuelto para reclamar.
Este asunto por su seriedad he querido tratarlo en clave de humor pues creo que hay demasiado desconocimiento, tabú y misterio… demasiadas capas de cebolla que nos ponen los ojos rojos. Me gustaría que al nacer no olvidásemos los detalles importantes como este de entender la muerte, pues este mundo anda tan loco que nos llena la cabeza de estupideces.
Reyes Lamprea
miércoles, 30 de septiembre de 2009
martes, 29 de septiembre de 2009
LA RUTINA
NUESTRAS BIEN INTENCIONADAS EQUIVOCACIONES.
Voy a hablar de un aspecto importante sobre la educación de nuestros hijos: las rutinas. Dicen los pediatras que son convenientes las rutinas en los niños pues les tranquiliza saber qué va a venir después, es decir, después del baño la cena, después el cuento, el sueño… Comer a su hora, ver la tele en su horario… etc.
Pues no estoy de acuerdo en absoluto. Los niños crecen, se hacen adultos. Sabemos que uno de los mayores lastres en nuestra vida es la rutina, ¿por qué intentamos inculcarla a nuestros hijos? ¡Y además con el mismo nombre! Me parece increíble…
¿No será que nuestros hijos odian que le digamos "al baño ahora"?, en lugar de tomarnos la molestia de decirles "recuerda que en un ratito vamos al baño". ¿Respetamos sus ritmos? Pienso que quienes no respetan sus propios ritmos no saben respetar los de sus hijos. Creo que es importante recordar que ellos, desde que nacen, vienen con sus propios pensamientos y preferencias, y respetan mucho su persona. Ellos detestan que tú no les muestres respeto.
Yo, como adulta, no quiero rutinas, en absoluto. Quiero un día diferente cada mañana o cada noche, un día que me sorprenda, que yo pueda ir descubriendo sin tener que pedir permiso al reloj para salir, comer, estudiar o brincar.
Reyes Lamprea
Voy a hablar de un aspecto importante sobre la educación de nuestros hijos: las rutinas. Dicen los pediatras que son convenientes las rutinas en los niños pues les tranquiliza saber qué va a venir después, es decir, después del baño la cena, después el cuento, el sueño… Comer a su hora, ver la tele en su horario… etc.
Pues no estoy de acuerdo en absoluto. Los niños crecen, se hacen adultos. Sabemos que uno de los mayores lastres en nuestra vida es la rutina, ¿por qué intentamos inculcarla a nuestros hijos? ¡Y además con el mismo nombre! Me parece increíble…
¿No será que nuestros hijos odian que le digamos "al baño ahora"?, en lugar de tomarnos la molestia de decirles "recuerda que en un ratito vamos al baño". ¿Respetamos sus ritmos? Pienso que quienes no respetan sus propios ritmos no saben respetar los de sus hijos. Creo que es importante recordar que ellos, desde que nacen, vienen con sus propios pensamientos y preferencias, y respetan mucho su persona. Ellos detestan que tú no les muestres respeto.
Yo, como adulta, no quiero rutinas, en absoluto. Quiero un día diferente cada mañana o cada noche, un día que me sorprenda, que yo pueda ir descubriendo sin tener que pedir permiso al reloj para salir, comer, estudiar o brincar.
Reyes Lamprea
lunes, 21 de septiembre de 2009
Una particular visión de la vida
LA TEORIA DEL GRAN JUEGO
Haz tu juego sin permitir la influencia de tus jugadas pasadas, sin ansiar el resultado de las futuras. Jugada a jugada, a cada tirada, jugando cada instante y perdiéndolo al jugarlo.
Esta teoría explica mi visión sobre la experiencia de la Vida, que yo llamo Juego y hubo quién llamó Sueño. A ti te llamo Jugador.
Se trata de desarrollar jugadas a lo largo de las distintas partidas en las que los jugadores deberán utilizar sus habilidades para ganar determinados valores positivos que a su vez les beneficiarán en el desarrollo del juego.
El número de jugadores es infinito pues no sólo se reparten en este tablero (Tierra), sino que existen incontables marcos de juego.
Las 5 reglas básicas:
1. El jugador se integrará en un vehículo que le acompañará todo el juego.
2. Encontrará a otros jugadores que también realizan sus propias partidas.
3. Sus acciones influirán en los otros jugadores y en el entorno.
4. Si el jugador pierde el vehículo sale del juego.
5. Los jugadores cuentan con libre albedrío, significa ellos marcan sus propias reglas.
Para que un jugador llegue al tablero siempre es necesario que sea invitado por otros jugadores pues sólo los que participan en el juego tienen potestad de incluir o eliminar jugadores.
El vehículo que transporta al jugador se transformará a lo largo de las diversas partidas, al igual que el propio jugador. Esto influirá en su capacidad de juego. El vehículo es imprescindible para avanzar en el juego. Es necesario un mantenimiento adecuado del mismo pues el mal funcionamiento también influirá en la capacidad de juego del ocupante.
El jugador tomará aliados que podrán ser hijos, padres, amores o maestros y que influirán en las jugadas que realice. De ahí la importancia de elegir aliados apropiados al juego que se desea desarrollar.
El tablero cambia constantemente a consecuencia de las jugadas que se realizan, así como los elementos ambientales, las herramientas de los jugadores, etc. Internet, las células madre, etc. son algunas de estas nuevas herramientas.
El vehículo integra capacidades necesarias para interactuar en el juego, son los sentidos. El circuito central o mente aporta constante información del entorno, los jugadores y las circunstancias.
Cada jugador toma un rol, que es asumido como consecuencia de lo que le aporta el entorno y que puede ser modificado a lo largo del juego. En el momento en que el jugador entra en el juego suele centrarse en el vehículo, extasiado en lo que los sentidos le aportan, olvidándose de sí mismo como jugador y del motivo de su juego. Al cruzar hasta el tablero, el jugador, pierde contacto con su objetivo y utiliza buena parte de su tiempo de juego intentando recordar dicho objetivo.
Los jugadores realizan fuertes conexiones con otros jugadores. Cuando dichas conexiones se rompen, bien sea por la salida del juego de un jugador “conectado” o por un alejamiento se produce un sufrimiento tanto del jugador como del vehículo. Todo sufrimiento del jugador repercute en el vehículo y viceversa.
Las unidades de tiempo no empleadas por el jugador no son acumulables, y desaparecen igual que si hubiesen sido utilizadas.
Recomendaciones:
Intentar minimizar las restricciones impuestas por el rol elegido.
No inmiscuirse en las jugadas de los demás jugadores, aunque estemos “conectados” a ellos pues cada jugador necesita hacer su juego, impedirlo va contra la naturaleza del propio jugador.
Recordar que las reglas impuestas por los jugadores sólo son para este juego y nunca subyugan a un jugador que realmente es libre en este y todos los juegos.
Haz tu juego sin permitir la influencia de tus jugadas pasadas, sin ansiar el resultado de las futuras. Jugada a jugada, a cada tirada, jugando cada instante y perdiéndolo al jugarlo.
Esta teoría explica mi visión sobre la experiencia de la Vida, que yo llamo Juego y hubo quién llamó Sueño. A ti te llamo Jugador.
Se trata de desarrollar jugadas a lo largo de las distintas partidas en las que los jugadores deberán utilizar sus habilidades para ganar determinados valores positivos que a su vez les beneficiarán en el desarrollo del juego.
El número de jugadores es infinito pues no sólo se reparten en este tablero (Tierra), sino que existen incontables marcos de juego.
Las 5 reglas básicas:
1. El jugador se integrará en un vehículo que le acompañará todo el juego.
2. Encontrará a otros jugadores que también realizan sus propias partidas.
3. Sus acciones influirán en los otros jugadores y en el entorno.
4. Si el jugador pierde el vehículo sale del juego.
5. Los jugadores cuentan con libre albedrío, significa ellos marcan sus propias reglas.
Para que un jugador llegue al tablero siempre es necesario que sea invitado por otros jugadores pues sólo los que participan en el juego tienen potestad de incluir o eliminar jugadores.
El vehículo que transporta al jugador se transformará a lo largo de las diversas partidas, al igual que el propio jugador. Esto influirá en su capacidad de juego. El vehículo es imprescindible para avanzar en el juego. Es necesario un mantenimiento adecuado del mismo pues el mal funcionamiento también influirá en la capacidad de juego del ocupante.
El jugador tomará aliados que podrán ser hijos, padres, amores o maestros y que influirán en las jugadas que realice. De ahí la importancia de elegir aliados apropiados al juego que se desea desarrollar.
El tablero cambia constantemente a consecuencia de las jugadas que se realizan, así como los elementos ambientales, las herramientas de los jugadores, etc. Internet, las células madre, etc. son algunas de estas nuevas herramientas.
El vehículo integra capacidades necesarias para interactuar en el juego, son los sentidos. El circuito central o mente aporta constante información del entorno, los jugadores y las circunstancias.
Cada jugador toma un rol, que es asumido como consecuencia de lo que le aporta el entorno y que puede ser modificado a lo largo del juego. En el momento en que el jugador entra en el juego suele centrarse en el vehículo, extasiado en lo que los sentidos le aportan, olvidándose de sí mismo como jugador y del motivo de su juego. Al cruzar hasta el tablero, el jugador, pierde contacto con su objetivo y utiliza buena parte de su tiempo de juego intentando recordar dicho objetivo.
Los jugadores realizan fuertes conexiones con otros jugadores. Cuando dichas conexiones se rompen, bien sea por la salida del juego de un jugador “conectado” o por un alejamiento se produce un sufrimiento tanto del jugador como del vehículo. Todo sufrimiento del jugador repercute en el vehículo y viceversa.
Las unidades de tiempo no empleadas por el jugador no son acumulables, y desaparecen igual que si hubiesen sido utilizadas.
Recomendaciones:
Intentar minimizar las restricciones impuestas por el rol elegido.
No inmiscuirse en las jugadas de los demás jugadores, aunque estemos “conectados” a ellos pues cada jugador necesita hacer su juego, impedirlo va contra la naturaleza del propio jugador.
Recordar que las reglas impuestas por los jugadores sólo son para este juego y nunca subyugan a un jugador que realmente es libre en este y todos los juegos.
lunes, 14 de septiembre de 2009
CUENTO DEL EJECUTIVO Y EL NIÑO
Raúl se había convertido un empresario de éxito, con maletín de piel, traje de alta costura y corbata de seda. Vivía como ejecutivo, incluso “sentía” como hombre de negocios pues calculaba las consecuencias de cada acción o decisión. Le había llevado años establecer en las más altas esferas su sencilla idea empresarial y los cuantiosos ingresos se duplicaban con rapidez.
Era joven, más la sensación de no tener suficiente tiempo para hacer todo lo que tenía pensado le había llevado a acelerar su ritmo y no permitirse un día de descanso. Sabía que la primavera era la época de las oportunidades que comienzan, y él, intuitivo y arriesgado, había descubierto un mercado emergente en España.
En domingo fue a visitar a Alejandro, quién no tenía más que nueve años y era líder en venta de discos en las listas de éxitos. Por ello cuando recibió la llamada de su agente pidiéndole que fuese a visitarlo, por que deseaba contratar sus servicios, saltó de la cama pues se trataba de una de las personas más influyentes que en aquel momento podría encontrar.
Alejandro le esperaba en el jardín de la finca, con los pies dentro del agua y salpicando con su juego. Caminando Raúl hacia él, mientras el chiquillo le sonreía, desanudó su corbata y la guardó en el maletín, abriendo el botón de la camisa. El aire de la mañana le acarició el rostro y una sonrisa se dibujó también en él.
Al llegar dio los buenos días al chiquillo y se inclinó cerca de él dejando su maletín sobre el césped. Alejandro se abrazó a su cuello, sólo unos instantes, pero fue suficiente para desarmar al Raúl en su estrategia para conseguir salir de la finca con un nuevo contrato firmado. Miró al niño a los ojos, incapaz de sonreír aunque el chiquillo no dejaba de hacerlo, después bajó un instante la mirada y se sentó junto a él en el borde de la piscina, con las piernas enlazadas una sobre la otra, como cuando era pequeño.
Pasaron unos instantes en los que ninguno pronunció palabra pues parecía que no fuese necesario. Raúl se sentía descolocado, miró su maletín sobre la hierba y volvió a mirar al niño. No le gustaba perder el control de las situaciones pues siempre había querido dibujar el mapa de su vida con su propia mano, así que tomó de nuevo el maletín y lo abrió para sacar su tarjeta tendiéndola para que Alejandro la tomase.
-Soy Raúl Perenot, el asesor de imagen – sus palabras le parecieron vagas.
- Se quién eres – tomó la tarjeta entre los dedos. – Mete los pies en el agua – comenzó a chapotear.
- ¿Qué? – Raúl se sintió estúpidamente serio.
- Quítate los zapatos… te sentirás mejor…
- No… No puedo… - Raúl balbuceó.- Tengo una cita dentro de una hora y no puedo entretenerme – sin saber por qué mentía bajó la mirada ante la insistente fijeza del crío.
- Comprendo - Alejandro continuó con gesto amable aunque su sonrisa se diluyó.
El joven ejecutivo sintió una inexplicable tristeza.
- Tienes una mancha… - Alejandro fijó sus ojos en el joven.
-¿Qué? – Raúl comenzó a sentirse estúpido, perdiendo la confianza con la que se había levantado aquella mañana.
- Ahí – el pequeño dedo del chiquillo señalaba al pecho del muchacho.
Raúl bajó la cabeza buscando en la camisa pero no pudo ver mancha alguna, levantó la cabeza reprochando con la mirada la broma.
-Entiendo por tu desconfianza que no puedes verla – Alejandro levantó la vista al cielo. – Es por la luz del Sol. Te ciega. Acompáñame dentro de la casa…
Raúl siguió al niño algo desganado, no quería continuar allí, no parecían apreciar su tiempo ni su importancia como hombre de negocios. Cruzó la puerta resistiendo sus deseos de marcharse.
Una señora les saludó con la cabeza al llegar y ayudó a Alejandro a cerrar las cortinas de cinco de los seis ventanales que rodeaban el salón, una de ellas quedó entreabierta, dejando la estancia en penumbra, después se marchó con un nuevo gesto de su cabeza.
- Siéntate si quieres – Alejandro se sentó en el suelo. - ¿Puedes ver ahora la mancha?
Raúl volvió a mirar su camisa de soslayo pues era casi imposible ver al niño, menos aún una ridícula mancha.
-Debo marcharme. – Raúl se movía nervioso pensando en silenciar sus reproches al niño, pero no pudo contenerse. – ¿Quieren hacerme perder el tiempo? Su representante debería estar aquí para tratar sus asuntos conmigo. No sé por qué me han llamado…
- Por que quiero contar contigo en mi equipo – Alejandro volvió a levantarse, se acercó a Raúl y se empinó para acariciarle la cara. – Necesito que veas que no te miento, tienes una mancha…
Raúl resopló desconcertado, se arrepentía de haber sido brusco con el niño pero no le apetecía disculparse. Pensó que quizá el representante se hubiese retrasado así que decidió seguirle el juego mientras llegaba. Bajó la cabeza fijando la mirada sobre él mismo. Se sintió extrañado ante la mínima luz que podía ver y que, como si de un negativo se tratase, le salía de dentro, de debajo de la ropa. Era difícil de entender, incluso difícil de ver pero la sutil luminosidad atravesaba la blanca camisa desde abajo, como si le hubiesen impregnado el cuerpo con un fluido fosforescente.
Levantó la vista y le costó ver al niño, tras unos instantes logró verle a unos metros de él, también parecía resplandecer. Pensó entonces que hasta ahora no había descubierto que la penumbra crease tan especiales efectos ópticos. Sonrió agradeciendo la paranoia visual y volvió a fijar sus ojos sobre sí, en esta ocasión con más interés, sin prisa, el crío había conseguido contagiarle sus ganas de jugar.
Sus ojos pasearon por sus brazos, sus manos, sus dedos. Giró las muñecas mirando con interés sus uñas ligeramente brillantes. Volvió sus ojos sobre la camisa, entonces pudo ver una zona oscura, era del tamaño de una pelota de tenis. Arqueó las cejas pensando que quizá fuese una antigua mancha de aceite, aunque no la recordaba.
- Tenías razón, ahora puedo ver la mancha – sonrió buscando con sus ojos al niño, en unos segundos volvió a verle, en esta ocasión le pareció verle brillar aún más.
Impaciente por comprobar si él también se veía más brillante volvió la vista sobre sí.
- Si te quitas la camisa quizá la veas mejor – Alejandro volvía a estar a su lado.
Tras cierta resistencia volvió a convencerle el niño para que lo hiciese, así que se quitó Raúl la prenda y la acercó al único ventanal por donde entraba la luz, buscando la mancha.
- Tenías razón, la luz del sol no deja verla – Raúl acarició la cabeza del chiquillo con un sonrisa abierta.
- Si que deja – Alejandro tiró de la camisa que Raúl había vuelto a levantar a contra luz.
La insistencia de niño le hizo bajar las manos y volverse hacia él. Raúl se había puesto serio, tanto como el chiquillo.
- Mírate – el pequeño dedo volvía a señalar a su pecho.
El joven se alejó un paso del niño sin atreverse a bajar la vista, asustado como un ratón al que acaban de enjaular. Sintió que su frente comenzaba a sudar y su pulso a subir.
- No tengas miedo – Alejandro dio un paso hacia él y Raúl retrocedió.
Raúl se alejó de la luz del Sol mientras sus ojos dejaban a Alejandro y caían sobre su pecho desnudo. Buscó de nuevo aquella lejana luz y tras un instante logró verla de nuevo. Aunque…
En el centro de su pecho continuaba la mancha… Oscura y profunda, como un agujero o un huracán. Asustado retrocedió intentando apartar esta visión de sí. Pegó la espalda a la pared y levantó la vista, Alejandro le miraba entristecido. Presa del pánico, intentando comprender lo que sucedía, llevó la yema de sus dedos sobre la mancha, que estaba fría, parecía como si aquella parte de su cuerpo hubiese muerto. Corrió hacia la ventana, fueron sólo unos pasos pero necesitó apresurarse y abrió la cortina por completo recibiendo la luz del sol sobre sí. Volvió a mirarse pálido de pánico, la mancha continuaba ahí, negra, profunda, letal.
Enloquecido corrió ante la mirada del chiquillo abriendo todas las ventanas pero su pecho seguía teñido de negro a la altura del corazón. Salió de la habitación buscando el jardín, Alejandro, que le seguía, le vio sentarse en las escalinatas de la entrada y comenzar a llorar. Se mantuvo a unos metros de él.
Pasó un buen rato antes de que Raúl pudiese controlar su miedo y detener las lágrimas, aunque su mirada se perdió en el suelo…, en el tiempo. El silencio envolvió a Raúl como hacía años que no le había permitido hacerlo. La manita de Alejandro acarició su cabeza y Raúl volvió a buscarle a su espalda. El niño de pie tenía la misma estatura que él sentado en la escalera, era pequeño para su edad. Volvió la vista de nuevo al suelo que había entre sus pies.
- Has tenido una oportunidad que pocos hombres tienen. Has visto la verdad. Quiero contar contigo en mi equipo, pero antes debes recuperar tu corazón.
- ¿Qué quieres decir? – Raúl se levantó y le miró relativamente desquiciado.
- Mataste tu corazón, además sabes cuando ocurrió, y no le has permitido volver a latir por temor al dolor.
La mirada de Raúl se perdió en sus recuerdos cinco años atrás, al abandonar a la mujer que amaba por no compartir sus ansias de éxito. Después ella murió en un accidente, ocasionando en él tal sentimiento de soledad y culpa que no había sido capaz de superarlo.
-Tienes cáncer y morirás pronto si no haces lo que sabes que debes hacer.
Raúl levantó la vista, tenía lágrimas en los ojos, el alma le escocía de dolor.
- Te rodeas de trabajo y ocupaciones para no oír tu voz que grita. Alejas el amor de tu vida, la alegría, la esperanza. Desconfías de la gente y te muestras mezquino con los que no disfrutan de tu bienestar económico y social… Estás viviendo una mentira y te está costando la vida.
Raúl era incapaz de dejar de llorar, aunque no sentía vergüenza. El niño se acercó y con sus manos le pidió que se agachase, dándole un beso en la frente.
- Ahora márchate, encuentra tu camino y síguelo. Volveremos a encontrarnos.
Las pruebas médicas corroboraron que tenía cáncer, aunque no había signos físicos evidentes, habían descubierto que padecía sarcoma cardiaco. Le propusieron una intervención quirúrgica que no aceptó. Era el momento de encontrar sus propias respuestas y la medicina no podía darle ninguna. Vendió todo lo que tenía, se despidió de su amada en el cementerio y, con una mochila ligera al hombro, encaminó sus pasos hacia la que debía haber sido su vida.
Raúl comienza su VIDA con dos puntos a su favor, el primero, ser puesto frente a su verdad, esa que temía y de la que se escondía, el segundo, tener el valor de enfrentarla y cambiar la dirección de sus pasos para entrar en su camino, aunque no se parezca al que había planeado, aunque no sea comprendido por los que le rodean.
¿Serías tu capaz de tomar la dirección de tu vida con la suficiente voluntad para continuarla ante la incertidumbre, y el suficiente amor y respeto para disculpar y comprender a los que no te apoyan e incluso intentan detenerte?
Si deseas ser una persona fiel, eres tú el primero a quién debes lealtad. Si deseas respetar la vida y la diferencia de pensamiento, necesitas mostrar respeto por tu persona y tus elecciones. Si deseas dar amor, necesitas entregártelo sin cuestionar tus aciertos y errores.
Reyes Lamprea
Era joven, más la sensación de no tener suficiente tiempo para hacer todo lo que tenía pensado le había llevado a acelerar su ritmo y no permitirse un día de descanso. Sabía que la primavera era la época de las oportunidades que comienzan, y él, intuitivo y arriesgado, había descubierto un mercado emergente en España.
En domingo fue a visitar a Alejandro, quién no tenía más que nueve años y era líder en venta de discos en las listas de éxitos. Por ello cuando recibió la llamada de su agente pidiéndole que fuese a visitarlo, por que deseaba contratar sus servicios, saltó de la cama pues se trataba de una de las personas más influyentes que en aquel momento podría encontrar.
Alejandro le esperaba en el jardín de la finca, con los pies dentro del agua y salpicando con su juego. Caminando Raúl hacia él, mientras el chiquillo le sonreía, desanudó su corbata y la guardó en el maletín, abriendo el botón de la camisa. El aire de la mañana le acarició el rostro y una sonrisa se dibujó también en él.
Al llegar dio los buenos días al chiquillo y se inclinó cerca de él dejando su maletín sobre el césped. Alejandro se abrazó a su cuello, sólo unos instantes, pero fue suficiente para desarmar al Raúl en su estrategia para conseguir salir de la finca con un nuevo contrato firmado. Miró al niño a los ojos, incapaz de sonreír aunque el chiquillo no dejaba de hacerlo, después bajó un instante la mirada y se sentó junto a él en el borde de la piscina, con las piernas enlazadas una sobre la otra, como cuando era pequeño.
Pasaron unos instantes en los que ninguno pronunció palabra pues parecía que no fuese necesario. Raúl se sentía descolocado, miró su maletín sobre la hierba y volvió a mirar al niño. No le gustaba perder el control de las situaciones pues siempre había querido dibujar el mapa de su vida con su propia mano, así que tomó de nuevo el maletín y lo abrió para sacar su tarjeta tendiéndola para que Alejandro la tomase.
-Soy Raúl Perenot, el asesor de imagen – sus palabras le parecieron vagas.
- Se quién eres – tomó la tarjeta entre los dedos. – Mete los pies en el agua – comenzó a chapotear.
- ¿Qué? – Raúl se sintió estúpidamente serio.
- Quítate los zapatos… te sentirás mejor…
- No… No puedo… - Raúl balbuceó.- Tengo una cita dentro de una hora y no puedo entretenerme – sin saber por qué mentía bajó la mirada ante la insistente fijeza del crío.
- Comprendo - Alejandro continuó con gesto amable aunque su sonrisa se diluyó.
El joven ejecutivo sintió una inexplicable tristeza.
- Tienes una mancha… - Alejandro fijó sus ojos en el joven.
-¿Qué? – Raúl comenzó a sentirse estúpido, perdiendo la confianza con la que se había levantado aquella mañana.
- Ahí – el pequeño dedo del chiquillo señalaba al pecho del muchacho.
Raúl bajó la cabeza buscando en la camisa pero no pudo ver mancha alguna, levantó la cabeza reprochando con la mirada la broma.
-Entiendo por tu desconfianza que no puedes verla – Alejandro levantó la vista al cielo. – Es por la luz del Sol. Te ciega. Acompáñame dentro de la casa…
Raúl siguió al niño algo desganado, no quería continuar allí, no parecían apreciar su tiempo ni su importancia como hombre de negocios. Cruzó la puerta resistiendo sus deseos de marcharse.
Una señora les saludó con la cabeza al llegar y ayudó a Alejandro a cerrar las cortinas de cinco de los seis ventanales que rodeaban el salón, una de ellas quedó entreabierta, dejando la estancia en penumbra, después se marchó con un nuevo gesto de su cabeza.
- Siéntate si quieres – Alejandro se sentó en el suelo. - ¿Puedes ver ahora la mancha?
Raúl volvió a mirar su camisa de soslayo pues era casi imposible ver al niño, menos aún una ridícula mancha.
-Debo marcharme. – Raúl se movía nervioso pensando en silenciar sus reproches al niño, pero no pudo contenerse. – ¿Quieren hacerme perder el tiempo? Su representante debería estar aquí para tratar sus asuntos conmigo. No sé por qué me han llamado…
- Por que quiero contar contigo en mi equipo – Alejandro volvió a levantarse, se acercó a Raúl y se empinó para acariciarle la cara. – Necesito que veas que no te miento, tienes una mancha…
Raúl resopló desconcertado, se arrepentía de haber sido brusco con el niño pero no le apetecía disculparse. Pensó que quizá el representante se hubiese retrasado así que decidió seguirle el juego mientras llegaba. Bajó la cabeza fijando la mirada sobre él mismo. Se sintió extrañado ante la mínima luz que podía ver y que, como si de un negativo se tratase, le salía de dentro, de debajo de la ropa. Era difícil de entender, incluso difícil de ver pero la sutil luminosidad atravesaba la blanca camisa desde abajo, como si le hubiesen impregnado el cuerpo con un fluido fosforescente.
Levantó la vista y le costó ver al niño, tras unos instantes logró verle a unos metros de él, también parecía resplandecer. Pensó entonces que hasta ahora no había descubierto que la penumbra crease tan especiales efectos ópticos. Sonrió agradeciendo la paranoia visual y volvió a fijar sus ojos sobre sí, en esta ocasión con más interés, sin prisa, el crío había conseguido contagiarle sus ganas de jugar.
Sus ojos pasearon por sus brazos, sus manos, sus dedos. Giró las muñecas mirando con interés sus uñas ligeramente brillantes. Volvió sus ojos sobre la camisa, entonces pudo ver una zona oscura, era del tamaño de una pelota de tenis. Arqueó las cejas pensando que quizá fuese una antigua mancha de aceite, aunque no la recordaba.
- Tenías razón, ahora puedo ver la mancha – sonrió buscando con sus ojos al niño, en unos segundos volvió a verle, en esta ocasión le pareció verle brillar aún más.
Impaciente por comprobar si él también se veía más brillante volvió la vista sobre sí.
- Si te quitas la camisa quizá la veas mejor – Alejandro volvía a estar a su lado.
Tras cierta resistencia volvió a convencerle el niño para que lo hiciese, así que se quitó Raúl la prenda y la acercó al único ventanal por donde entraba la luz, buscando la mancha.
- Tenías razón, la luz del sol no deja verla – Raúl acarició la cabeza del chiquillo con un sonrisa abierta.
- Si que deja – Alejandro tiró de la camisa que Raúl había vuelto a levantar a contra luz.
La insistencia de niño le hizo bajar las manos y volverse hacia él. Raúl se había puesto serio, tanto como el chiquillo.
- Mírate – el pequeño dedo volvía a señalar a su pecho.
El joven se alejó un paso del niño sin atreverse a bajar la vista, asustado como un ratón al que acaban de enjaular. Sintió que su frente comenzaba a sudar y su pulso a subir.
- No tengas miedo – Alejandro dio un paso hacia él y Raúl retrocedió.
Raúl se alejó de la luz del Sol mientras sus ojos dejaban a Alejandro y caían sobre su pecho desnudo. Buscó de nuevo aquella lejana luz y tras un instante logró verla de nuevo. Aunque…
En el centro de su pecho continuaba la mancha… Oscura y profunda, como un agujero o un huracán. Asustado retrocedió intentando apartar esta visión de sí. Pegó la espalda a la pared y levantó la vista, Alejandro le miraba entristecido. Presa del pánico, intentando comprender lo que sucedía, llevó la yema de sus dedos sobre la mancha, que estaba fría, parecía como si aquella parte de su cuerpo hubiese muerto. Corrió hacia la ventana, fueron sólo unos pasos pero necesitó apresurarse y abrió la cortina por completo recibiendo la luz del sol sobre sí. Volvió a mirarse pálido de pánico, la mancha continuaba ahí, negra, profunda, letal.
Enloquecido corrió ante la mirada del chiquillo abriendo todas las ventanas pero su pecho seguía teñido de negro a la altura del corazón. Salió de la habitación buscando el jardín, Alejandro, que le seguía, le vio sentarse en las escalinatas de la entrada y comenzar a llorar. Se mantuvo a unos metros de él.
Pasó un buen rato antes de que Raúl pudiese controlar su miedo y detener las lágrimas, aunque su mirada se perdió en el suelo…, en el tiempo. El silencio envolvió a Raúl como hacía años que no le había permitido hacerlo. La manita de Alejandro acarició su cabeza y Raúl volvió a buscarle a su espalda. El niño de pie tenía la misma estatura que él sentado en la escalera, era pequeño para su edad. Volvió la vista de nuevo al suelo que había entre sus pies.
- Has tenido una oportunidad que pocos hombres tienen. Has visto la verdad. Quiero contar contigo en mi equipo, pero antes debes recuperar tu corazón.
- ¿Qué quieres decir? – Raúl se levantó y le miró relativamente desquiciado.
- Mataste tu corazón, además sabes cuando ocurrió, y no le has permitido volver a latir por temor al dolor.
La mirada de Raúl se perdió en sus recuerdos cinco años atrás, al abandonar a la mujer que amaba por no compartir sus ansias de éxito. Después ella murió en un accidente, ocasionando en él tal sentimiento de soledad y culpa que no había sido capaz de superarlo.
-Tienes cáncer y morirás pronto si no haces lo que sabes que debes hacer.
Raúl levantó la vista, tenía lágrimas en los ojos, el alma le escocía de dolor.
- Te rodeas de trabajo y ocupaciones para no oír tu voz que grita. Alejas el amor de tu vida, la alegría, la esperanza. Desconfías de la gente y te muestras mezquino con los que no disfrutan de tu bienestar económico y social… Estás viviendo una mentira y te está costando la vida.
Raúl era incapaz de dejar de llorar, aunque no sentía vergüenza. El niño se acercó y con sus manos le pidió que se agachase, dándole un beso en la frente.
- Ahora márchate, encuentra tu camino y síguelo. Volveremos a encontrarnos.
Las pruebas médicas corroboraron que tenía cáncer, aunque no había signos físicos evidentes, habían descubierto que padecía sarcoma cardiaco. Le propusieron una intervención quirúrgica que no aceptó. Era el momento de encontrar sus propias respuestas y la medicina no podía darle ninguna. Vendió todo lo que tenía, se despidió de su amada en el cementerio y, con una mochila ligera al hombro, encaminó sus pasos hacia la que debía haber sido su vida.
Raúl comienza su VIDA con dos puntos a su favor, el primero, ser puesto frente a su verdad, esa que temía y de la que se escondía, el segundo, tener el valor de enfrentarla y cambiar la dirección de sus pasos para entrar en su camino, aunque no se parezca al que había planeado, aunque no sea comprendido por los que le rodean.
¿Serías tu capaz de tomar la dirección de tu vida con la suficiente voluntad para continuarla ante la incertidumbre, y el suficiente amor y respeto para disculpar y comprender a los que no te apoyan e incluso intentan detenerte?
Si deseas ser una persona fiel, eres tú el primero a quién debes lealtad. Si deseas respetar la vida y la diferencia de pensamiento, necesitas mostrar respeto por tu persona y tus elecciones. Si deseas dar amor, necesitas entregártelo sin cuestionar tus aciertos y errores.
Reyes Lamprea
martes, 1 de septiembre de 2009
ES NECESARIA UNA MODIFICACIÓN EN LA FORMA DE ESTUDIAR LA VIDA
EL SABER ESTÁ EN LOS ALUMNOS, TANTO COMO EN LOS PROFESORES.
Cuando un niño va al colegio, en cualquiera de ellos que siguen el sistema de enseñanza que autoriza el gobierno de España, supongo que algo similar ocurre en el resto del mundo, el niño es silenciado. Lo primero que aprende es a guardar silencio y escuchar. Lo segundo que aprende es que es muy importante para él/ella y necesario para ser aceptado y premiado por el profesor, aprender y recordar lo que el profesor dice.
Durante las horas de clase los niños callan y escuchan, en muy pocas ocasiones se les permite hablar o dedicar tiempo a actividades de interés para el niño. Si a esto sumamos que en determinadas comunidades los estudiantes infantiles continúan las clases por la tarde, y lo que es peor, tienen que hacer deberes…. El silencio que comienza como principal elemento en la clase se instala en la mente del niño silenciando su interés por las curiosidades propias de su edad, que serán el motor que le instará a interesarse por descubrir e investigar.
Considero firmemente que cualquier niño, el que sea, de cualquier cultura, economía o circunstancia, llega a este mundo con la capacidad de observación necesaria para encontrar sus personales puntos de interés. Y creo con más firmeza aún, que unas cualidades personales y profundas le acompañan desde la más tierna infancia.
Resulta necesario permitir al niño/a escucharse, es imprescindible darle tiempo y confianza para que encuentre sus puntos de interés. Las clases son un buen motor para incitar a los estudiantes a conocerse, a aportar, a dialogar y debatir. A proponer temas de estudio y mostrar sus particulares visiones sobre un mismo asunto.
El conocimiento enciclopédico puede acompañar al crío si lleva junto a él un portátil con conexión a Internet, pero su saber, sabiduría y conocimiento único, el que esconde en el fondo de su mente, el que anhela descubrir su corazón, acallado por el profesor, es mucho más importante y necesario para este mundo en los días que vivimos.
Cuando un niño va al colegio, en cualquiera de ellos que siguen el sistema de enseñanza que autoriza el gobierno de España, supongo que algo similar ocurre en el resto del mundo, el niño es silenciado. Lo primero que aprende es a guardar silencio y escuchar. Lo segundo que aprende es que es muy importante para él/ella y necesario para ser aceptado y premiado por el profesor, aprender y recordar lo que el profesor dice.
Durante las horas de clase los niños callan y escuchan, en muy pocas ocasiones se les permite hablar o dedicar tiempo a actividades de interés para el niño. Si a esto sumamos que en determinadas comunidades los estudiantes infantiles continúan las clases por la tarde, y lo que es peor, tienen que hacer deberes…. El silencio que comienza como principal elemento en la clase se instala en la mente del niño silenciando su interés por las curiosidades propias de su edad, que serán el motor que le instará a interesarse por descubrir e investigar.
Considero firmemente que cualquier niño, el que sea, de cualquier cultura, economía o circunstancia, llega a este mundo con la capacidad de observación necesaria para encontrar sus personales puntos de interés. Y creo con más firmeza aún, que unas cualidades personales y profundas le acompañan desde la más tierna infancia.
Resulta necesario permitir al niño/a escucharse, es imprescindible darle tiempo y confianza para que encuentre sus puntos de interés. Las clases son un buen motor para incitar a los estudiantes a conocerse, a aportar, a dialogar y debatir. A proponer temas de estudio y mostrar sus particulares visiones sobre un mismo asunto.
El conocimiento enciclopédico puede acompañar al crío si lleva junto a él un portátil con conexión a Internet, pero su saber, sabiduría y conocimiento único, el que esconde en el fondo de su mente, el que anhela descubrir su corazón, acallado por el profesor, es mucho más importante y necesario para este mundo en los días que vivimos.
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